SONETO AL MORTECINO:
Sobre el ruinoso aposento la eterna,
fiel, segadora de pasos, se posa.
Yace un doliente. Con las manos roza
restos etéreos de vida terrena.
Teme a la dama de la horrible terna
Átropos, ella es, la que el hilo troza
pierde las fuerzas, algo lo destroza
siente extinguirse su presencia externa.
Ruega, suplica que esté equivocada
pero la mano glacial le recorre
ágil, alegre la faz de su cuerpo.
Calla la tarde, quietud en su cuerpo
fúnebre llant, lamento cual torre
que se derrumba en la profunda nada.
lunes, 29 de diciembre de 2008
sábado, 20 de diciembre de 2008
Presentación.
Hola:
Como millones de seres humanos en el mundo, entro a esto de publicar apreciaciones personales de las cosas que me gustan(incluirán películas que vea, eventos diarios etc...), también este medio me servirá para disminuir el tedio cotidiano. Para apaciguar un poco el hastio.
Iniciaré reproduciendo un poema de César Vallejo.
Los heraldos negros
hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!
Como millones de seres humanos en el mundo, entro a esto de publicar apreciaciones personales de las cosas que me gustan(incluirán películas que vea, eventos diarios etc...), también este medio me servirá para disminuir el tedio cotidiano. Para apaciguar un poco el hastio.
Iniciaré reproduciendo un poema de César Vallejo.
Los heraldos negros
hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!
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